miércoles, 14 de septiembre de 2011

MÁS ALLÁ DE LOS ESTANDARES DE CIENCIAS NATURALES




“ Los sueños están donde comienza el dilema, las escuelas han logrado, por cierto, cosas inimaginables en el pasado, pero hoy nuestros sueños son más ambiciosos.”
David Perkins. La escuela Inteligente.


Por: Filomena Jiménez Gil
Licenciada Química y Biología


Jueves 30 de Enero de 2004:

Hoy estuve arreglando el laboratorio de química con algunos estudiantes del grado décimo de la Nueva Gaitana, colegio donde laboro hace unos tres años. 


Nos dispusimos a limpiar polvo, desempacar algunos de los implementos que permanecían guardados en un armario del salón acondicionado para tal fin. Luego de salvar algunos obstáculos para poder abrir los candados nos encontramos con algunas cajas llenas de frascos sin desempacar, desde hacía no se cuanto tiempo, los chicos y chicas estaban entusiasmados, sacaron los tubos de ensayo, los churruscos, consiguieron jabón y se dispusieron a lavar y a inventariar todo el material; Carolina se ofreció a pasar el inventario y traerlo el próximo lunes, todo era expectativa, preguntaban los nombres de los implementos, mi compañera Mariluz, docente recién llegada al colegio sería la jefe del laboratorio.


Es el primer año que tenemos grado décimo.


Me siento muy emocionada, quiero escribir mis experiencias, aunque tengo alguna experiencia en la orientación de esta asignatura en otros planteles educativos, me he planteado un reto: Voy a humanizar la enseñanza de la química. Voy a hacer que los estudiantes quieran esta materia.


El colegio tiene destinado alguna parte del presupuesto para dotación de implementos y reactivos, en reunión con las otras docentes de ciencias elaboramos la lista de lo mínimamente necesario.



Viernes 6 de Febrero. 1 p.m.:

Se reunieron los estudiantes del grado décimo en el laboratorio, llevaban los implementos y materiales para hacer vino. Sacaban de su morral ollas, baldes de plástico, cuchillo, frutas, hasta una estufa eléctrica porque necesitábamos hervir el agua.


Reunidos en grupo se le notaba la emoción por sacar los materiales y empezar a trabajar, no faltó el grupo de chicos que no tenían la fruta pero reunieron monedas para comprar las uvas. En otras ocasiones que me disponía a hacer algún trabajo en el laboratorio, me ponía muy radical por la falta de materiales pero comprendí que era innecesario frustrarles el trabajo y les colaboré para que salieran del colegio a la frutería más cercana a comprar lo que les faltaba. En ese momento comprendí que estaba cambiando de actitud hacia la enseñanza. Llevábamos un manual de instrucciones para el procedimiento y comenzamos el trabajo. 


Sonó el timbre de las 2 de la tarde para cambio de clase y nadie se inmutó, nuestra meta era completar el proceso para dejar lista la fruta , picada, disuelta en el agua junto con el jugo de limón y naranja y la cucharadita de levadura. Surgieron muchas preguntas: Por qué el limón ¿ porqué la levadura? Qué hace la naranja? Etc. Preguntas que están escritas en el cuaderno para irlas solucionando a medida que avance el proceso.


Me dí cuenta que los estudiantes más apáticos, estaban entusiasmados con el trabajo. Luego de dejar el lugar en perfectas condiciones de orden y aseo, regresaron a su aula.


Martes 10 de febrero.2 y 15, clase de química:

Comenzamos la clase con los comentarios acerca del estado de nuestra preparación, ya que les tocó llevárselo para su casa pues debían estarlo observando y revolviendo el contenido a diario. Comentaron los cambios que habían notado, igual está consignado en el cuaderno y surgieron más interrogantes, como es lógico son ellos los que deben llegar a sus respuestas. 


Ante la pregunta, cuándo vamos a seguir? Convinimos que el próximo viernes continuaríamos el trabajo, les pregunté: ya saben lo que tienen que traer? Y al unísono dijeron: Siii.


Los noto con gran expectativa. También encuentro gran receptividad para el trabajo.


En esta semana quiero elaborar un instrumento de diagnóstico acerca de la enseñanza de la química en algunos grados décimos de colegios. Ya han pasado varias semanas de clase y quiero averiguar las experiencias y las expectativas de los estudiantes.


Considero que estoy proporcionando un espacio en donde los chicos y las chicas encuentren algún sentido a lo que hacen en el colegio, que no vean la química como algo alejado de su realidad, que no se convierta la clase como un memorizar fórmulas y ecuaciones alejadas de su vida cotidiana.


“La ciencia y la validez de las explicaciones científicas, no se constituye ni se funda en la referencia a una realidad independiente que se pueda controlar, sino en la construcción de un mundo de acciones conmensurable con nuestro vivir”. “Lo que explicamos es siempre una experiencia, por esto, quien describe lo que va a explicar describe lo que uno tiene que hacer para tener la experiencia que quiere explicar”(1)


En el momento que los y las estudiantes vean la química como algo de su vivir cotidiano, le encontrarán sentido a lo que aprenden y podrán formular hipótesis, explicar leyes y hacer ciencia porque no son cosas bajadas de las estrellas sino muy de su realidad concreta.


Martes 17 de Febrero:

Hoy, nos dispusimos a colar el vino, cada grupo de estudiantes traía colador, balde, botellas, manguera y corcho. El colegio no cuenta con equipo de destilación, por lo tanto tenemos que trabajar con nuestros recursos.


Luego de recibir las indicaciones para hacer el montaje de la manguera y así permitir la salida de los gases producto de la fermentación, se notaba una gran expectativa, algo para destacar era la concentración del 99% del grupo, digo el 99% porque Ivonne se sentó en el suelo del laboratorio y no participó en nada, esta niña manifiesta un comportamiento de apatía hacia las ciencias naturales, no sé si será por la profesora o tal vez conflictos personales. Me pareció prudente no interrumpir su mutismo porque uno de mis retos es lograr su interés pero no por la fuerza.


Luego de colar y trasvasar el vino, marcaron las botellas y buscamos un lugar en el laboratorio para almacenarlas.


Preguntas van preguntas vienen, los estoy dejando para que ellos mismos busquen sus propias respuestas a medida que avance el proceso.


Hubo un grupo de chicos que no trajo los implementos , entre ellos estaba Carlos Guisa, el estudiante que en el año anterior perdió casi todos los logros en Ciencias, pero al darme cuenta del detalle les dije: Ustedes se van a ahogar en un vaso de agua? No hay manera de conseguir una botella? Inmediatamente salieron corriendo a buscarla y me pidieron permiso para ir a comprarla a media cuadra del colegio que hay un centro de acopio de residuos sólidos. No tardó mucho tiempo en verlos atareados en su labor y fue uno de los grupos que terminó primero.


A las 3:45 el laboratorio ya estaba limpio y listo, todo en orden.

Miércoles 18:

Cuando llegué a clase lo primero que dijeron fue: Vamos a mirar el vino? Nos dirigimos al laboratorio y cada uno sacó la botella y empezaron a hacer preguntas: Por qué se bajó el nivel del líquido? Por qué huele así?...etc. Como el día anterior: No quise resolver sus interrogantes. A cambio de esto les entregué una guía para trabajarla donde encontraban la teoría de la fermentación y algunas otras explicaciones del proceso, teoría que obtuve de algunas enciclopedias.


Voy a esperar los resultados de este trabajo. Me siento feliz porque siento que estoy despertando algo de interés por la clase.


La búsqueda de nuevos y mejores métodos para hacer de la práctica pedagógica y de la escuela un lugar de información, de dinamismo y de reflexión son las inquietudes más apremiantes que surgen en la labor cotidiana de personas que nos dedicamos a la difícil labor de la enseñanza y el aprendizaje.


Así como los estudiantes en una experiencia concreta se llenan de interrogantes, de inquietudes de expectativas, también el docente en su quehacer pedagógico cada día se cuestiona: ¿Para qué enseño esto? Tiene algún sentido la educación?¿Qué espero de la educación?, ¿Estaré enseñando para la vida? ¿Para qué aprenden nuestros estudiantes? ¿A dónde queremos llegar?


Si no sabemos para dónde vamos ¿cómo sabemos si hemos llegado?

Son preguntas que se hacen los estudiantes, los padres de familia, los directivos y nosotros los docentes.

Es mi objetivo con este escrito hacer una serie de reflexiones basadas en “La escuela Inteligente” de David Perkins. 

En el momento que los y las estudiantes vean la química como algo de su vivir cotidiano, le encontrarán sentido a lo que aprenden y podrán formular hipótesis, explicar leyes y hacer ciencia porque no son cosas bajadas de las estrellas sino muy de su realidad concreta.

Al leer a Perkins pude centrarme en la idea fundamental de la educación: ¿Qué espero con mi práctica pedagógica? Que mis estudiantes logren un conocimiento generador: Retención, Comprensión y uso activo del conocimiento.

¿Cómo lograrlo? ¿Cuándo lograrlo? ¿Con qué lograrlo? Y cada vez son mayores las preguntas que las respuestas, y cada vez me doy cuenta que a pesar de mi experiencia pedagógica de casi treinta años, no sé lo suficiente y es muy poco en lo que he contribuido a las generaciones que he tratado de llevar el conocimiento de las ciencias naturales.

Estas afirmaciones no las hago por modestia, ni por querer llamar la atención de quien las lee, solo porque después de una gran reflexión he analizado las falencias, las cuales voy a tratar de enunciarlas someramente. 

En primer lugar en la retención del conocimiento; ¿cuántos estudiantes recuerdan los conocimientos en el momento que los necesitan, acaso la meta año tras año no es estudiar par presentar los exámenes y aún para lograr obtener un buen puntaje en el Icfes, o para cumplir con los estándares emitidos por el MEN? En segundo lugar comprensión del conocimiento ¿De qué sirve tener el conocimiento de la existencia de las bacterias, la fermentación, los descubrimientos de Louis Pasteur, las funciones químicas, si no se logra comprender su relación con él mismo , con su entorno y lo que es peor aún - refiriéndome al tercer punto uso activo del conocimiento- no sabe aplicarlos en la vida cotidiana cuando necesite manejar situaciones dentro de su contexto?

¿Acaso lo que hace falta no es un aprendizaje reflexivo donde los estudiantes reflexionen sobre lo que están aprendiendo, con lo que están aprendiendo y para qué lo están aprendiendo? En ese orden de ideas , el aprendizaje viene a ser una consecuencia del pensamiento, y lo que se necesita es que la educación gire en torno al pensamiento y no al conocimiento.

Continúo con mis interrogantes: Qué necesito para suplir estas falencias? seré yo sola la que me encuentro en este limbo? Me doy cuenta que día a día hay maestros que se preocupan por innovar sus prácticas pedagógicas, hay iniciativas exitosas, surgen nuevas alternativas por “educar bien”, por impartir el conocimiento, por optimizar el progreso en el campo de la enseñanza y el aprendizaje, pero tal vez no se está enfatizando en el pensamiento sino en el conocimiento. Se hace necesario entonces, una escuela informada, dinámica y reflexiva, como afirma David Perkins “escuela inteligente”: Donde todos los estamentos, directivos, docentes y estudiantes estén bien informados acerca del pensamiento y aprendizaje humanos y su óptimo funcionamiento; una escuela con espíritu enérgico en la cual las medidas que se toman tengan por objeto generar energía positiva; que sea un lugar de reflexión, donde quienes la integren sean sensibles a las necesidades del otro y lo traten con deferencia y respeto donde la enseñanza, el aprendizaje y la toma de decisiones giren en torno del pensamiento.

Espero entonces encontrar el optimismo, la orientación y la energía necesaria para luchar contra la apatía y el cansancio que producen las múltiples limitaciones del contexto, del sistema, del momento crítico por el que está atravesando nuestro país y poder contribuir eficazmente en nuestro proyecto de nación colombiana.





(1)Humberto Maturana. Emociones y Lenguaje en Educación y Política. Pág. 61

Escuela Inteligente

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